jueves, 9 de junio de 2011

Pruebas Saber Pro y las culturas métricas



Se conocieron los resultados de las pruebas Saber Pro que evalúan la educación universitaria de pregrado en Colombia. Y a los que no les fue tan bien (como a la carrera de la Universidad en la que trabajo) empiezan como siempre a buscar razones y mecanismos para obtener mejores resultados sin olvidar anotar, por supuesto, qué dichso exámenes no sirven para nada ni miden lo que deberían medir.



Si los exámenes no miden lo que se quiere de los estudiantes, entonces buscar mejorar la posición en el examen es un asunto de mera imagen, sin nada de fondo. Y por ello las propuestas, en general, van dirigidas a mejorar la medición sin mejorar necesariamente la calidad. La idea que más ronda por los pasillos es la de preparar y motivar mejor a los estudiantes para el examen y no para su vida profesional.






De hecho, si alguien estuviera realmente interesado en mejorar la calidad, la retroalimentación del examen hecha por la institución gubernamental, el ICFES, no da muchas luces sobre lo que hay que mejorar. Con solo 6 competencias génericas definidas de forma gaseosa, resultados medidos en una escala ampliamente desconocida sobre la cual no se pueden fijar objetivos, y sin resultados individuales - sólo promedios- es muy poco lo que se puede hacer. Todo lo que se logra saber es que no estamos en la más alta posición del país, es decir, hay que mejorar, pero no sabemos muy bien qué.






Uno de los problemas con la evaluación en la vida moderna es que la medida se vuelve el objetivo más allá de lo que se está midiendo. Si bien estoy de acuerdo en que lo que no se mide generalmente no mejora, lo más importante de una medición es que dé luces sobre lo que hay que mejorar. Sin ello, lo único que queda por hacer es buscar métodos matemáticos y estrategias cortoplacistas para burlar el número. Es lógico: Si lo único que nos dan es un número, la única manera de vencerlo es descifrando la metodología de cálculo para encontrar debilidades que explotar.






Por ello, tanto en educación como en la industria tenemos un problema con la evaluación: no es para el mejoramiento y la realimentación, sino para la comparación. Es para aplicar el retrovisor, y no para mirar hacia adelante. Y no se invierte suficiente dinero, tiempo y recursos en el diseño de la misma ni en la retroalimentación, lo que hace sus resultados poco creíbles e incentiva la búsqueda del mejoramiento del número por la imagen y no por el fondo.