jueves, 8 de marzo de 2007

LOS TELÉFONOS MÓVILES HACEN DAÑO AL CORAZÓN


Los temores infundados de los seres humanos son de origen evolutivo, pero son acientíficos


En días pasados, en una reunión del departamento de la Facultad de Ingeniería en la cual trabajo, un compañero tenía guardado su teléfono celular (móvil) en el bolsillo de la camisa, bolsillo que queda justamente a la altura del corazón. Otro compañero le dijo que quitara su teléfono de allí, pues podía ser peligroso para su salud. Inmediatamente repliqué que desconocía el estudio definitivo que mostrara la influencia de un teléfono móvil sobre la marcha del corazón de una persona normal (lo que no niega que las personas con marcapasos deban evitar portar el celular de ese modo). Mi jefe cerró la discusión con mucho humor femenino al afirmar: “Pero yo no voy a esperar a ser la evidencia”. Todos reímos, y el compañero retiró su teléfono celular del bolsillo.

Un incidente tan sencillo me lleva a recordar la tendencia de los seres humanos a tener reacciones desproporcionadas frente a acontecimientos que pueden afectar nuestra vida. Creo que cualquier psicólogo evolutivo (o en su defecto, conocedor de la teoría de juegos) estará de acuerdo conmigo si afirmo que esa tendencia miedosa es evolutivamente útil: Resulta menos costoso salir corriendo ante una amenaza ficticia- derrochando algo de energía-, que desechar una amenaza real- perdiendo así la vida y por ende, la capacidad de reproducción-. Esa tendencia miedosa ha sido hábilmente explotada por los medios de comunicación, como lo muestra la famosa película de Michael Moore, Bowling for columbine. Esta tendencia natural no es concordante con el método científico, que es más parsimonioso y conservador, y que evita sacara conclusiones apresuradas. En una situación de vida o muerte en el corto plazo, hacer ciencia es más bien inútil, pues los mejores frutos de la misma son para la planeación a largo plazo.
Hay un aspecto relevante que debe ser considerado: la posibilidad de que las grandes compañías multinacionales de celulares (móviles) traten de confundir, acallar o despreciar los estudios que al respecto se hagan, y por supuesto, minar o imposibilitar su financiación. Si bien parece parte de una teoría paranoica conspiratoria, es un asunto que no se debe menospreciar, dado que es evidente que la mayor parte de la investigación mundial la lleva a cabo la empresa privada. Pero aunque fuera así, ello no prueba que los celulares hagan daño, tan solo probaría que los beneficiarios del negocio tienen el temor de que así sea. Y dándole vuelta a la rueda, los temores infundados son apenas una característica humana útil, pero no necesariamente son fuente de verdad.